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Joventuts Carlistes del País Valencià

Rey y Fueros (extracto del libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina)

Rey y Fueros (extracto del libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina)

El pueblo vivía marginado de cualquier inquietud o información política al iniciarse la crisis abierta por la invasión napoleónica; los antiguos mitos pervivían en una continuidad multisecular, que podemos remontar sin exageración a la Edad Media, en la que el rey era el supremo árbitro al que en apelación acudía el pueblo para defender sus intereses atropellados por el poder feudal. El monarca era el padre protector, figura que quedó definitivamente mitificada en los siglos XVI y XVII por la literatura de fondo puramente político y hasta por la teología, que sería cuidadosamente mantenida por el absolutismo borbónico y que incluso podremos ver reflejada en documentos muy posteriores (hasta Carlos VII) de los titulares carlistas.


Esta idea de que el rey indefectiblemente estaba al lado del pueblo contra el poderoso (no nos alejemos del carácter reivindicativo social constante que intuitivamente ostentaba el proletariado campesino, estrato mayoritario del carlismo) y la necesidad de poner al frente del movimiento a un líder seguro (tampoco olvidemos el innato conservadurismo de ese mismo campesinado, que desconocía y desconfiaba de cualquier otro tipo de jefatura) haría que los primeros carlistas eligiesen por inercia, para poner a su frente, a un rey. Y un rey fue proclamado, y a don Carlos María Isidro se le invistió como tal al ser el príncipe borbónico que ofrecía más garantías por su integridad y la fortaleza demostrada en todo momentos para conservarla; por otra parte, el hasta entonces Infante era presentando por el sector político más antiliberal, y ello era también una garantía para aquellas masas. La segura sucesión monárquica sería desde entonces uno de los permanentes pilares del partido, que con ello vería asegurada su continuidad y vertebración.

 

Las libertades forales, que permitían mantener la feroz independencia y el querido autogobierno ("que nadie nos gobierne, aunque sea bien") a las comunidades peninsulares, nunca total y definitivamente absorbidas o integradas por el Estado, sería el otro fundamento doctrinal carlista, en cuya justificación y validez no vamos a insistir por mantenerla hoy mismo en su totalidad, aunque diferentemente sentida de la primera época al presente.

 

Es obvio que no podía ser la misma ni en el tiempo ni en cuanto al territorio la palabra Fueros. Para un vasco o navarro que vivía sujeto a los beneficios y defectos del régimen foral, los fueros tenían un significado totalmente distinto que para los catalanes, aragoneses y valencianos, cuya conciencia foral empieza a perderse a principios del siglo XVIII con el primer Borbón o que para un habitante de los territorios de la Corona de Castilla, cuyo autogobierno empieza a desaparecer con la derrota comunera en Villalar en 1521. Si para las comunidades del Norte el problema foral era de defensa de un derecho para el resto de las comunidades de Las Españas era una aspiración desigual y difusamente sentida de autogobierno regional y municipal.


El Carlismo será el revulsivo primero, máximo y más continuado que despertara un paralelo sentimiento regionalista que alcanzaría las cotas del pleno federalismo y (ya en extremismos decepcionados ante las sucesivas estafas sufridas del poder central) del separatismo periférico.

Pero hay que concretar algo más respecto a esos dos elementos básicos en que insistimos, porque entre ambos, "fueros y rey", y como resultado de una elaboración ideológica y táctica, existe una fundamental diferencia perfectamente delimitada con el transcurso del tiempo. Para el carlismo, la monarquía es meramente instrumental, necesaria y válida durante su larga etapa de oposición (que arrancó de 1833); imprescindible para mantener una jefatura segura, automática e indiscutida, fuera de la cual surge la indisciplina: quien no acepta al rey de turno no es carlista; un rey que ha de responder, además, a la confianza depositada en él por la masa del partido y que si se aparta de ese pacto implícito es destituido, como ocurrió en 1868 con el padre de Carlos VII. Después al llegar al poder, para el carlismo nunca se ha estimado imprescindible el mantenimiento de un monarquía (teoría expuesta y aceptada reiteradamente tanto por lo intelectuales carlistas como por los titulares dinásticos), sometiéndose a la voluntad popular la forma de gobierno.

 

Sin embargo, respecto a los autogobiernos (los Fueros), el criterio es radicalmente distinto. En el carlismo, lo foral no es un medio, o una excusa propagandística, sino un fin insoslayable. No se concibe un régimen procedente del carlismo que no sea federal o confederal, en el que no reconozca como un derecho inalienable de todas y cada una de las comunidades peninsulares el derecho a autogobernarse. Lo foral es tan intrínsecamente carlista, que si esta reclamación desapareciera o fuera escamoteada, el carlismo desaparecería como tal.


Lo foral determinara decisivamente al partido, diferenciándolo de ideologías aparentemente similares. Es también el motor o base invariable de toda su trayectoria doctrinal hacia metas plenamente democráticas. Lo que, en fin justifica la existencia y la razón ideológica del pacto dinastía-pueblo.

Palabras de Don Javier de Borbón-Parma en un acto en Arbonne (30 de mayo de 1976)

Palabras de Don Javier de Borbón-Parma en un acto en Arbonne (30 de mayo de 1976)

Hoy en la misa hemos podido a Dios por las almas de Ricardo y Aniano, ahora vamos a cumplir con el compromiso que hemos contraído con ellos, que es un compromiso político.

Desde mis 87 años puedo observar con mayor claridad el valor del compromiso político y de sus resultados eficaces en la lucha por la causa de la Libertad que es la causa del Carlismo.

Os aseguro que estoy orgulloso como vuestro viejo rey y como padre de la madurez política que ha alcanzado al Partido a través del compromiso y de la militancia.

Mi vocación política y mi fe en el Carlismo me sostienen en activo como un carlista más a vuestro lado y a las órdenes de mi hijo Carlos en el cual deposité toda mi confianza que era compartida con la vuestra, para ser el Rey.

Es muy importante mantener esta confianza no solo en las personas sino en la línea política y de actuación que tenemos trazada.

Poro hemos visto que la lucha que sostenemos por la Libertad del Pueblo y por nuestra propia unidad interna tiene un precio. Esto precio ha sido las dos vidas que ha costado Montejurra. Sangro derramada quo fertiliza porque nos emplaza para intensificar nuestros esfuerzos en la lucha por la libertad y por la democracia.

A los culpables podemos perdonar con nuestro corazón pero lo que no permitiremos es que sus actos asesinos queden impunes. Se hará justicia sin prejuzgar de las responsabilidades personales que los tribunales determinaran. No aceptaremos titubeos ni debilidad, alguna aunque esté implicado mi propio hijo Sixto.

A la tristeza do estos momentos y de estos sucesos de Montejurra debemos ofrecer la alegría que siempre caracterizó al Carlismo, sabiendo transformar su lucha en esperanza para un futuro al servicio de la Libertad.

La alegría de podar estar hoy otra voz juntos a pesar de todos los obstáculos que nos sigue imponiendo la dictadura es el mayor estímulo para la lucha.

La unidad del Carlismo ha quedado otra voz demostrada, sellada con sangre pero con al aurnonto de la ilusión cristiana para continuar con la lucha.

Declaración de D. Javier de Borbón-Parma al Congreso del Pueblo Carlista (6 de Diciembre de 1970)

Declaración de D. Javier de Borbón-Parma al Congreso del Pueblo Carlista (6 de Diciembre de 1970)

Evolución

Los cambios profundos de la sociedad y de la formación de los pueblos, debidos, fundamentalmente, al avance del progreso y de la técnica, hacen que padezcamos una fuerte crisis, tanto en el orden humano como en el económico-social, crisis más acusada por la ausencia de espíritu cristiano. Esta ausencia es consecuencia de que una determinada clase, compuesta por grupos oligárquicos, económicos e ideológicos, se haya erigido en propietaria y administradora de los valores del cristianismo casi en exclusiva, impidiendo que el paso, irremediable de una sociedad estamental y monolítica a una sociedad pluralista y de libertad, se haga por vía cristiana y no marxista.

El carlismo no puede estar ajeno a esta evolución porque, precisamente su principal característica ha sido evolucionar.

De Carlos V a Carlos VII, de Jaime III a Alfonso Carlos I y hasta estos momentos, toda la vida del carlismo, está marcada por una intensa vida política, por una intensa evolución. De las guerras civiles del siglo pasado a las luchas sociales de principios de este siglo con los sindicatos libres carlistas; de nuestra participación en el Alzamiento a mi total negativa de unirnos al fascismo, del enfrentamiento con el totalitarismo a la supervivencia dentro de un régimen de represión política y a la vuelta de un periodo activo de politización, todo fue evolución, todo fue cambio.

La permanencia del carlismo no podría explicarse sin esta constante evolución y sin una autoridad responsable que garantiza esta evolución conforme a sus principios básicos de busca de justicia social y libertad política.

El carlismo, que mantiene sus principios y sus fundamentos políticos sigue necesitando evolucionar y ponerse al día. Esta ha sido nuestra principal tarea en estos diez últimos años.

Tarea difícil, pues mientras en unos producía escándalo por creer que íbamos a un progresismo de tipo liberal, en otros, la juventud, aparecía la impaciencia porque esta evolución era lenta. Aquí estaban los riesgos. Si el carlismo quería subsistir y cumplir su misión junto con el pueblo español, tenía que correr estos riesgos. Yo asumí, como en otras ocasiones, toda la responsabilidad.

En toda su historia, en los momentos de gran desarrollo del carlismo siempre surgieron detractores, con un pretexto u otro... Cuando no era dinástico era ideológico, erigiéndose ellos por sí y ante sí en definidores de doctrinas contra el Rey o contra el Pueblo, que siempre marcharon al unísono. Estos falsos definidores consiguieron, en algunas ocasiones, presentar una imagen equívoca del carlismo. Algunos tienen la osadía de lanzar condenas rememorando formas antiguas y caducas. Son los que hubieran condenado a Carlos VII y a Jaime III en su tiempo. Su actitud es farisaica, pues se quedan solamente con cosas accesorias y circunstanciales.

Pero el llamarse carlistas y hablar en nombre del carlismo no es un derecho que se puede otorgar uno a sí mismo, sino que es un compromiso con una lealtad y una disciplina. Lealtad a mi Dinastía que lleva consigo disciplina a los representantes del carlismo. El que rompe constantemente esa disciplina es porque realmente ha roto su lealtad. Y por tanto no se puede llamar carlista.

Los que tenemos la experiencia de haber luchado constantemente en defensa de los valores cristianos sabemos muy bien a dónde conducen ciertas actitudes de intransigencia y defensa de principios erigidos en dogmas: a la mayor deserción y cobardía, con una entrega final de los altos valores a los grupos poderosos para que especulen con ellos.

Además, los valores de los que es portador y defensor el carlismo, no son suyos en exclusiva, pertenecen al pueblo. Pero para que estos valores sean permanentes y aceptables deben evolucionar constantemente, promoverlos conforme lo exijan las necesidades y los tiempos. El inmovilismo sería la muerte y eso es lo que esperaban muchos de los que se titulaban ?guardianes? de la pureza y del dogma.

No es extraño que otra vez se desprendan algunos de nuestras filas, porque les faltará la fe. Pero habrá, y la hay cada vez más, una constante incorporación del pueblo español cuando con nuestra presencia política, vea la solución ampliamente nacional que representa el carlismo, porque será la mayor posibilidad de asegurar a nuestra querida patria el orden, la prosperidad, la justicia y, con está, el bien social mayor para todos,: la paz.

El carlismo se perfila como una solución de hoy y de futuro. Para ello debemos presentar un carlismo posible. La evolución es una necesidad. Evolución nuestra y de la sociedad actual, ya que está no responde en absoluto a los principios de justicia y de libertad.

A fin de que todos sepan cuál es la línea política actual y no queden dudas, voy a exponer mi pensamiento político.


Revolución Social

En la evolución constante del carlismo, en sus diversos intentos por resolver la problemática social y política española, con un sentido de justicia y de libertad, algo hubo permanente; la constante búsqueda de un pueblo junto con su dinastía, de unas estructuras que permitieran a la sociedad resolver sus problemas por un mecanismo democrático, devolver a la sociedad su poder de autogobernarse. Es realmente revolucionar el planteamiento político actual, para que sea acorde con una concepción comunitaria de la vida pública.

La concepción carlista de la Revolución Social se opone tanto a la revolución individualista capitalista como a la colectivista comunista, fuerzas que hoy se adueñan de la sociedad mundial, quedando entre ambas una revolución latente, que es la social y que puede ser además pacífica.

Hay que reconocer, sin embargo, que cada una de estas fuerzas presentan unos valores y han recorrido experiencias interesantes. Tanto una como otra han aportado valiosos elementos políticos al mundo actual, aunque no podamos aceptar ninguna de las dos interpretaciones en su totalidad: la interpretación capitalista, porque no concebimos la defensa de la libertad individual como única base de la justicia social, y la comunista, porque no concebimos la defensa de la justicia social sin la de la libertad.

En el transcurso de la historia contemporánea hemos podido ver que el paso de una sociedad monolítica y clásica a una sociedad pluralista, en la mayoría de los casos ha sido empujado por revoluciones violentas, pero hoy nos encontramos en plena metamorfosis del cambio con el trasfondo económico de una sociedad de consumo.

La Revolución Social que propugnamos, necesaria, pretende que las estructuras de la sociedad deben de ser de representación diferenciada, tanto de las realidades ideológicas, como las laborales y regionales.

Una Revolución Social, con la invasión del campo de la cultura y de una investigación, por el pueblo. Éste seria el signo de la nueva sociedad: la promoción del pueblo en la política, en las ciencias, en la cultura, con una amplia libertad y sentido democrático de la propiedad de estos bienes.

Integración de todos en los derechos y en la igualdad de oportunidades en materia de decisión política.

Ésta es nuestra Revolución Social.


El Pacto

Si somos o nos llamamos demócratas es porque siempre hemos defendido nuestra Monarquía como popular y sostenida por el pueblo. Mediante el Pacto, renovador entre la Corona y el Pueblo, éste delegaba parte del poder en aquélla y ambos se comprometían a la defensa de las libertades sociales más sagradas. Hoy tenemos que saber dar una formula viva y actual a ese Pacto, que es conciencia democrática, conciencia viva del pueblo, expresado en las inquietudes y en los problemas de hoy. El Pacto debe estar fundamentado en estas tres grandes libertades: Libertad Política, Libertad Regional y Libertad Sindical. No se cambia nada. Se perfecciona. Se avanza en la dinámica política.

El diálogo es parte consustancial del Pacto. Sin dialogo no puede formularse pacto. Pero el dialogo no es posible con los que niegan los principios de justicia y libertad.

El carlismo dialogará con todos aquellos grupos que sean portadores de soluciones basadas en los derechos de las persona y de estos principios de justicia y libertad, para iniciar la reconquista de la sociedad, haciendo posible la promoción de todo el pueblo en esta tarea.

Mi responsabilidad es grande. He oído personalmente a la mayoría de los dirigentes del carlismo y a gran parte del pueblo carlista, en su diversidad intelectual y popular. Y hoy, en esta importante etapa de la vida nacional, he tomado la decisión de llevar al carlismo por caminos de una acción política clara y en consonancia con los tiempos , con el sentir de un pueblo que pide justicia y con el sentir, en el orden espiritual y moral, de una iglesia atenta a las realidades sociales y dispuesta a la conquista de las almas por el camino del diálogo y de la apertura.

He aquí la primera parte del Pacto. Ahora vemos al Pacto Social y político con el pueblo español a través de aquellos grupos que persiguen estos mismo fines.


El Poder

Nuestra meta es el poder político. Parecería simpleza el repetirlo si no fuera porque algunos pretenden decir que el carlismo tiene otras finalidades distintas. Lo repetimos, pues, porque siempre fue el poder político por el que luchó el carlismo.

Mis antecesores, los Reyes carlistas no conquistaron ese objetivo porque perdieron las guerras que el pueblo hizo para ello. Pero su objetivo no era otro. Hoy sigue siendo nuestra meta.

Pero no se trata de conquistar el poder por el poder, sino de crear las estructuras nuevas de libertad que permitan devolver a la sociedad su poder de autogobernarse.

Vemos también que estos caminos no se recorren armónicamente sin un gran entusiasmo popular por una parte y sin una gran autoridad moral con un liderazgo político dinámico, por otra.

Muchas resistencias se tendrán que vencer, muchos intereses creados, muchas incomprensiones, mucho miedo.


La Libertad

Defendemos la libertad porque el hombre es portador de ella. La libertad es atributo del hombre y su derecho más sagrado. Pero esta libertad no debe quedar solamente plasmada en una teoría del derecho, como muchos pretenden. Debe ser real y efectiva. Pragmática, con todas sus consecuencias. Los políticos tenemos la responsabilidad de abrir los cauces naturales por donde debe discurrir.

El miedo a la libertad es el dique que frena momentáneamente esta promoción, pero terminará, si antes no se abren los cauces, desbordando y arrollando el sistema que engendra este miedo. Por eso rechazamos las soluciones políticas de ?primero el orden publico?, porque mantienen la violencia de la represión como único remedio a la violencia de la injusticia. Sostienen situaciones inadmisibles, tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista de la prudencia política. Mantienen así una guerra civil latente, justificación de un Estado cuya principal función es la represión. No existe antítesis más profunda de una concepción cristiana de la vida que la de un Estado totalitario o de fuerza, sea de signo comunista (en el que el hombre es propiedad del partido), sea de signo fascista(en que es propiedad del Estado), sea de signo capitalista (en que es propiedad de los grupos de presión económicos-políticos). Estas tres fórmulas reducen realmente a la inmensa mayoría de los ciudadanos a ser meros individuos, sin participación ni responsabilidad. Es decir, sin libertad, sin patrimonio social. El carlismo proclamó siempre la libertad política. La proclamó y la defendió para que fuese autentica y dentro del exponente que el hombre marcaba según el fundamento de sus derechos. Hoy la libertad política, que es la que más escandaliza a algunos, aparece como más consustancial que nunca con el hombre y con los pueblos.


Estructuras de libertad

Como en otras ocasiones lo he hecho y lo han hecho la Junta Suprema y las demás autoridades del carlismo, volvemos a exponer los cauces de la libertad para poder llevar a cabo la estructuración de la sociedad.

Si la iniciativa de promover los cambios de estructuras políticas con la formación y participación del pueblo, está reservada principalmente al partido político; y el de llevar las responsabilidades de las decisiones económicas, al mecanismo sindical; la responsabilidad en el campo de interpretación y aplicación de las leyes en la sociedad recae principalmente en el municipio y sobre la región. Como consecuencia establecemos las siguientes bases:

1ª. Pleno reconocimiento y respeto a la personalidad de los diversos pueblos que forman la nación española. Su libertad será la vía de promoción tanto de aquellos que tienen ya una personalidad acusada, como de los que siguen sometidos a la presión de un silencio impuesto y desplazado de la vida pública. Proponemos la federación de los pueblos en una unidad de Republicas Sociales, presididas por la Corona.

Los Reyes de mi Dinastía no concedían fueros o libertades: los reconocían. Cuando los reyes carlistas juraban los fueros no era meramente una promesa de no interferir en los asuntos internos de los pueblos. Se comprometía el Rey, como poder político, a ser el defensor del fuero, contra cualquiera y en primer lugar contra la misma administración central. Carlos VII se definía, a si mismo, como el Rey de las Repúblicas Españolas, es decir, como el que daba garantía de libertad y de autonomía a las estructuras regionales del país.

2ª. El mundo del trabajo debe tener libres sus cauces de representación para que a través de ellos, todos puedan participar en todas las decisiones socio-económicas. Es la libertad sindical la que abrirá estos cauces, estableciendo su propia constitución y fuero evitando la interferencia del poder y de los grupos oligárquicos.

3ª. La libertad política, como derecho inalienable de la persona, debe tener su cauce de representación, abriendo también un campo de actuación a las ideologías debidamente organizadas, evitando que quede en una fórmula teórica que sólo sirva para frenar el ansia y el derecho de los españoles.

En el mundo de las ideologías es donde el hombre se mueve con más impaciencia y personalidad. Negar esta realidad sería atentar contra un derecho natural del hombre. Las reglas que marquen el ordenamiento para el quehacer político deben ser la base de una constitución orgánica que dé cabida a los grupos ideológicos o partidos políticos, con la misión de formar, promover y encauzar la intervención del pueblo en las tareas políticas.

Así podemos concebir un triple sistema de fueros o libertades: los fueros de las regiones, los fueros de los sindicatos y los fueros de los partidos políticos.

Un triple sistema de república que corresponde a las tres principales facetas de la vida del hombre: la de su convivencia dentro de un marco territorial o regional, la profesional o sindical y la ideológica o de partidos políticos.

Tres campos de responsabilidad: el de la administración del poder político, el de las decisiones socio-económicas y el de la promoción política.

Esta triple representación, esta triple democracia, esta triple responsabilidad es lo que considero como lo más importante de nuestra aportación a una construcción doctrinal y encontrarán su coordinación y equilibrio en las Cámaras.

Sobre estos tres grandes ejes el carlismo dará al pueblo español un proyecto político, posible y aceptable, para que, con el ejercicio de la plena libertad, polarice adhesiones y se construya, con una gran corriente de la opinión nacional, la solución que conduzca a la Revolución Social pacífica. Solamente está frenará al capitalismo egoísta y explotador, por un lado, y neutralizará la acción filosófica de un marxismo materialista arrollador que no encuentra hoy barreras.

A fin de formular una doctrina actual y profundamente estudiada sobre esta temática esencial, deseo que se trabaje en el carlismo. Esta labor intelectual no está reñida con la marcha hacia el poder político, sino que va vinculada a ella.

El formular una doctrina política nueva no se puede hacer sin la colaboración de muchos hombres que no pertenecen hoy a nuestro partido. De este estudio comunitario surge una enriquecedora vinculación entre tendencias políticas y la posibilidad de una doctrina de alcance general.


La Monarquía

Para realizar y llevar a cabo estas estructuras de la sociedad, es necesario que definamos el carácter de nuestra Monarquía, la forma de gobierno que proponemos.

Monarquía Socia, democrática y abierta a la evolución que nazca del Pacto Social entre la Corona y el Pueblo.

Aquí la Monarquía es una sola concepción, un solo cuerpo: Rey-Pueblo. El pueblo está eligiendo continuamente a su representante en el ejercicio democrático de su libertad. El pueblo es elector, no mediante un sufragio universal ficticio, sino en un sufragio a través de los pactos que se formulan en los estados republicanos de los países, sindicatos y partidos políticos.

Rechazamos fórmulas de imposición y de teocracia que simulan una legitimidad. La legitimidad de ejercicio se adquiere con el pacto, y el pacto se formula de mutuo acuerdo, sin coacciones ni imposiciones. La legitimidad de la sangre se tiene y se convalida con el ejercicio democrático.

Si en este proceso la Monarquía se consolida, y tiene la adhesión del Pueblo, es porque es válida.

Ésta es la razón de la Monarquía. Con esta definición, para algunos puede parecer menoscabado su concepto, cuando, en realidad, es lo contrario. Fue cuando la Monarquía se opuso al progreso de los pueblos cuando perdió su razón de ser.


Éste es el Carlismo

Os digo que éste es el carlismo, el carlismo que presido y dirijo, unido con el pueblo español que no sigue y participa de esta doctrina. No hay otro carlismo. Éste es el carlismo de ayer, renovado hoy y dispuesto a proyectarse al futuro con la evolución de los tiempos.

Ésta es la doctrina promulgada por mí, y formulada hoy, obra de una colectividad organizada en partido, susceptible de evolución, corrección y perfección. Abierta al dialogo y a las aportaciones del ejercicio político de un pueblo.

Cargo con esta responsabilidad, como vuestro Rey Legítimo que soy y como cabeza de un partido político que va a la conquista del poder político, con el pueblo y para el pueblo español, con el fin de que esté pueda alcanzar y ejercitar su libertad. El Rey en el carlismo tiene hoy un necesario papel de liderazgo político de un partido que pretende ser un partido-líder en la vida pública.

Para esta acción de organizar el carlismo y conducirlo al poder, tiene hoy toda mi autoridad y responsabilidad el príncipe, mi hijo y heredero. Yo le asisto plenamente, pues no por ello abdico mis graves deberes ni dejo el puesto sumamente difícil que llevo, mientras Dios me dé salud y fuerza. Mi hijo, todos lo sabéis, es el modelo de lo que debe ser hoy u príncipe moderno y cristiano. Se le ataca porque es incomodo. Pero recordad, para que no quepa la menor duda, que el que le ataca a él, me ataca directamente a mí, y por tanto al carlismo.

Así, desde la cumbre de mis muchos años, cuando he visto desmoronarse tantas cosas en Europa y en el mundo, mi fe está intacta, mi confianza y amor al gran pueblo que sigue con admirable lealtad nuestras banderas, son ilimitados. Doy gracias a Dios por su ayuda en tantas dificultades y peligros y espero con seguridad y confianza el porvenir de la Causa que siempre serví, que es la de la noble nación española.

Vuestro viejo Rey

Francisco Javier

Valcarlos, 6 de diciembre de 1970
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Prologo de Josep Benet al libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina

Prologo de Josep Benet al libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina

El escritor y político republicano catalán, Pere Coromines, que en su juventud fue uno de los acusados en el proceso de Montjuich, en una conferencia dada en el Ateneo de Barcelona en 1.927, se lamentaba de que los estudios sobre la historia del carlismo fueran tan poco cultivados. Y hacia observar que los que hasta aquel momento se habían publicado eran por lo general de signo parcial, ya que pretendían defender, unos, la idea y actuación liberal, y oros, la carlista. Eran, por así decirlo, escritos de combate. Ante esta situación, Pere Coromines pedía que se renovaran los estudios sobre las guerras carlistas - ”cal renovar els estudis carlins", - escribía y que se entrara en una etapa de objetividad.

Pese a los años transcurridos, no puede decirse que la petición de Pere Coromines haya encontrado eco. Por desgracia, los estudios sobre el carlismo continúan tal como estaban en 1.927. Puede decirse que los pocos que los cultivan continúan haciéndolo, casi todos, desde una posición aún combativa, militante o, por lo menos, apologética.

Por otra parte, hay que constar que los estudios sobre el carlismo no han interesado aún a los jóvenes historiadores, formados en las nuevas escuelas históricas, a pesar de la extraordinaria riqueza temática del carlismo, tanto desde el punto de vista ideológico, como militar, como guerrillero o político. No podemos olvidar, por ejemplo, que en los Países Catalanes, durante el ochocientos. El carlismo y el republicanismo federal -ambos, pues, Federalistas- fueron los dos únicos movimientos auténticamente populares, como asimismo los únicos capaces de levantar masas de combatientes civiles voluntarios. Sin embargo, los estudios sobre el carlismo continúan ausentes de la Universidad. Tampoco existe un Instituto de las Guerras Carlistas, ni en el País Vasco ni en los Países Catalanes, territorios en los que debería existir, porque en ellos aquellas guerras fueron hechos importantes y auténticamente populares, sin el conocimiento de los cuales no es posible entender la historia vasca ni la catalana. Quizá ese Instituto llegará a ser realidad, alguna vez, en alguna Universidad norteamericana o británica, que descubrirá un día, la riqueza histórica de aquellos acontecimientos y lo creará por su cuenta...

Ante esta situación de los estudios sobre el carlismo, no es extraño que muchas personas, incluso entre aquellas que se interesan especialmente por la historia contemporánea o por la vida política, sigan teniendo sobre el carlismo, su actuación y su doctrina, las opiniones tendenciosas que difundieron los liberales cristinos del ochocientos, o las difundidas por los grupos que, desde la extrema derecha, instrumentaron las masas y aspiraciones populares carlistas en favor de causas ajenas al carlismo. Es natural, por tanto, que estas personas desconocedoras de la historia del carlismo, se sorprendan de ciertas declaraciones del carlismo de hoy.

Por todo ello, creo que este libro, que ha escrito el valenciano Evarist Olcina, debe ser recibido con agradecimiento por aquellos que desean conocer y comprender mejor el carlismo de ayer y de hoy.

Evarist Olcina nos ha dado un libro que, por primera vez, plantea con seriedad, y utilizando una base documental suficiente, uno de los puntos fundamentales de la doctrina carlista que más contribuyó a movilizar las masas populares en el País Vasco y en los Países Catalanes: el federalismo. Creo que es un acierto que el autor haya abierto, el primer capítulo de su obra con unas frases del escritor catalán, combatiente que fue en la tercera guerra carlista Marián Vayreda, que expresa con rotundidad su caso particular, que fue, sin embargo el de muchísimos otros carlistas. Las palabras de Marián Vayreda podrían ir perfectamente acompañadas por las de Jacint de Maciá, también referidas a la tercera guerra carlista: “Es innegable que don Carlos conoció desde el principio de la guerra que sus voluntarios, lo mismo que el país que representaban, hacían tan heroicos sacrificios no por su persona, sino por la Religión y los Fueros, que se creyó defendían.”

“... que se creyó defendían.” Con estas palabras, Jacint de Maciá introduce una de las cuestiones menos estudiadas hasta el presente en la historia del carlismo: la posición de cierto número de dirigentes del carlismo que pretendieron convertir la autentica fuerza popular que representaba el carlismo en un movimiento exclusivamente antirrevolucionario. Esta cuestión es tratada por Evarist Olcina, y, a mi entender, las paginas que dedica a estudiarla son de las más interesantes de su obra. Creo que son unas páginas que toda persona que desee comprender ciertos momentos cruciales de la historia de España de este siglo debe leer.

Seria superfluo que siguiera insistiendo en poner de manifiesto el interés que tiene esta obra de Evarist Olcina. El índice del libro es bastante expresivo, y los documentos que son transcritos suficientemente importantes, para que esta obra sea conocida por todas aquellas personas que se preocupan por el presente y el futuro hispánico. Porque si bien el libro termina en 1.936, el problema de que se trata es un problema fundamental, que continua vivo y pendiente de solución.

Barcelona, marzo de 1.973

PARTIT CARLISTA DEL PAÍS VALENCIÀ

PARTIT CARLISTA DEL PAÍS VALENCIÀ

QUÈ SOM

Un Partit polític que no pertany, ni vol pertànyer, a l’àmbit polític del liberalisme i que rebutja, per tant, el capitalisme salvatge que aquest representa, i que no vol entrar en el joc de la farsa neoliberal, ni acceptar-hi les seves fal·làcies i dogmes.

Un Partit independent de:

* l’oligarquia valencià i espanyola.

* l’oligarquia internacional que, sota l’excusa de la Unió Europea, l’OTAN, el FMI... volen continuar colonitzant econòmica i políticament el món, i en el nostre país condicionar el seu procés democràtic.

* interessos aliens al nostre poble.

Un Partit atípic amb més de 167 anys i que és part inseparable de la història del País Valencià i d’Espanya. Un Partit amb unes estructures democràtiques, de participació i descentralitzades a tots els nivells. Un Partit, de caràcter federal, en continua construcció.

Un Partit que, pel seu propi tarannà, no aspira a manipular la societat i que està obert a totes les organitzacions polítiques, sindicals i empresarials, i a qualsevol entitat cívica, que defensi la persona com a l’eix del seu humanisme, que lluiti pels drets dels pobles, que admeti la subsidiarietat com a principi i garantia de pluralisme i llibertat, amb renúncia expressa de la violència i que n’estigui interessada en procurar l’autoaprenentatge antiracista i ecologista que demana la societat.

Un Partit que forma una comunitat humana profundament democràtica i respectuosa amb tothom, que tracta d’obrir solcs cap a una societat de participació i de responsabilitat en el marc d’una federació de persones i de pobles lliures.

Un Partit que compta amb l’aportació voluntària i l’esforç dels seus militants i simpatitzants per construir una societat democràtica, autogestionada i federal.

EN UN MÓN A TRANSFORMAR

Un Partit que, en un món en el qual els propis esdeveniments, en continu canvi, han superat els fonaments teòrics dels sistemes polítics i econòmics, planteja les seves crítiques a:

La Democràcia formal o liberal per ser un muntatge que, sota la parafernalia d’unes campanyes electorals de copioses despeses econòmiques, i l’utilització dels grans mitjans de comunicació com a una indústria de manipulació de les consciències, impedeix, en realitat, desenvolupar un pensament alternatiu al dels instal·lats i la participació popular en l’acció pública ciutadana i acaba per instaurar una PARTITOCRÀCIA que pot degenerar en la dictadura pràctica de determinats grups polítics, emparada en una xarxa nepòtica de concessió continuada de favors als amics i, inclusivament, a qui es suposa que ha de realitzar tasques d’oposició.

El Capitalisme que, amb la seva permanent desinformació i les seves campanyes d’imatge en àmbits geogràfics determinats, porta a una contraposició d’interessos, que generen la lluita de classes entre les persones i entre els pobles, així com el manteniment en el poder d’una minoria privilegiada que, amb independència del partit governant, imposa llur criteri de generació de recursos en desacord a les necessitats
majoritàries de les societats nacionals i de la humanitat en general.

El Socialisme d’Estat que ha conduït, i encara condueix en alguns països, al control total del poder executiu, legislatiu i judicial per part d’uns partits que es confonen amb l’Estat. Un model polític i econòmic que ha estat incapaç de generar riquesa i més encara de procurar la seva distribució en el conjunt de les societats que l’han patit, o encara el pateixen.

La Socialdemocràcia convertida en simple gestora dels interessos del capitalisme, malgrat certes notes positives de major protecció d’algunes llibertats individuals i col·lectives i d’obtenció de lleugeres millores concretes de benestar i progrés social.

QUÈ VOLEM

El Partit Carlista del País Valencià parteix en el seu anàlisi d’una realitat social constatada: l’enorme escletxa que separa la societat inventada pels polítics professionals que viuen del sistema, que solament serveix els seus interessos i els dels seus mentors oligàrquics, i la societat real que pateixen la gran majoria dels ciutadans.

Qualsevol pot ser conscient que han estat els polítics professionals els que han generat gran part de la crispació de la societat. Així, per la superba d’uns varen tenir les vagues generals propassades, pels interessos d’altres es creen uns problemes lingüístics que no existeixen veritablement en el si de la societat catalana.

Entre d’altres coses, els militants del Partit Carlista del País Valencià volem:

* Desenvolupar un procés d’austeritat de la despesa pública, llevat de les inversions rendibles i generadores de col·locació.

* Refomar l’Administració Pública:

- en funció de l’Estat Federal que proposem, evitant l’actual duplicació de funcions.

- desenvolupant la carrera administrativa professional fins al càrrec de Director General, acabant amb l’actual nepotisme: permanent pràctica de provisió de llocs de treball a dit i nomenament de tot tipus de càrrecs administratius per l’únic mèrit de disposar del carnet del partit en el govern.

- aplicació efectiva de les incompatibilitats a tots els nivells de l’estat: l’administratiu, legislatiu i judicial.

* Controlar de forma adequada la gestió i els pressupostos de les empreses públiques.

* Que la Cambra Econòmico-social tingui una funció real en la societat, servint al diàleg obert, públic i institucionalitzat entre les organitzacions d’empresaris, de treballadors i l’Administració Pública, de forma que es garanteixi el control de treballadors i empresaris sobre la planificació econòmica general i sobre les reformes estructurals necessàries per tal d’assolir un nivell de producció competitiu i eficient, i que serveixi per proposar mesures de superació de les crisis econòmiques amb el menor cost social.

* Arribar a un pacte social que permeti establir una veritable política de plena col·locació i el manteniment d’una protecció social que, entre altres mesures, disposi d’unes assegurances d’atur digna i suficient per als que pateixen aquesta situació.

CONSTRUIR LA SOCIETAT AUTOGESTIONÀRIA

L’autogestió no és tan sols una utopia o projecte de futur. La coherència entre el que es proposa i l’actuació diària exigeix que sigui també una forma d’acció que es tradueixi en una mentalitat de participació, de solidaritat i de servei.

La lluita per l’autogestió comporta uns valors de llibertat, igualtat, participació, pluralisme i solidaritat bàsics per a la nova societat que propugnem.

El Partit Carlista del País Valencià vol proposar un canvi en les actituds de les persones envers si mateixes i envers el seu entorn. Canvi que ha de comportar el rebuig de l’individualisme liberal i les actuals societats competitives, consumistes i insolidàries.

En la concepció del Partit Carlista del País Valencià, el principi de subsidiarietat representa que la garantia de la llibertat està en el pluralisme. Els límits del poder únicament poden estar en la sobirania de les institucions autònomes que constitueixen orgànicament la societat. Quan els organismes autònomes manquen, la Societat n’és un conglomerat amorf regit per una burocràcia impersonal i centralista, anul.ladora de tota iniciativa, sigui aquesta pública o privada. Així, la limitació del poder de l’Estat no pot provenir, ni ha provingut mai, de fronteres artificials com les lleis constitucionals, sempre utilitzades com arma pel caprici del més fort.

Com a objectiu d’aquesta societat propugnem l’AUTOGESTIÓ GLOBAL basada en uns principis eix com:

* Democràcia Econòmica que permeti la gestió social de l’activitat econòmica en un doble aspecte:

- Intern de la empresa, mitjançant la participació dels treballadors en la direcció de l’empresa.

- Extern a l’àmbit empresarial, mitjançant la participació d’un mode institucionalitzat en la planificació econòmica de les organitzacions sindicals i empresarials, de les comunitats territorials i demés sectors afectats.

La Democràcia Econòmica solament serà possible en l’entorn d’un mercat alliberat de manipulacions oligàrquiques

* Participació i pluralisme polític que superi la democràcia formal o liberal burgesa:

- Eliminant la delegació de poder i l’alienació del ciutadà enfront de l’aparell estatal i els
seus mecanismes de representació centralitzats, jeràrquics i que allunyen al ciutadà de la presa de decisions en els àmbits que l’afecten.

- Promocionant l’associacionisme lliure en tots els camps de l’activitat humana.

- Convertint els partits polítics de maquinàries electorals per a la presa del poder en escoles de convivència política i social, en una comunitat de treball ideològic en la qual els militants mantenen un debat constant i són corresponsables de l’actuació del
partit.

* Federalisme com a forma d’organització de l’autogestió territorial o de dret de tota comunitat a l’autogovern, conjugat amb la necessària solidaritat entre totes les comunitats.

El Federalisme que propugna el Partit Carlista del País Valencià suposa:

* autonomia de cada comunitat per decidir en tot allò que l’afecti

* capacitat de pacte amb altres comunitats per decidir la seva integració en un altre nivell superior per a la realització d’allò que excedeix de la seves possibilitats econòmiques, funcionals o demogràfiques.

La nostra interpretació federal radica en un Pacte Federal per organitzar la societat des de la comunitat inferior, barri o poble, fins a la major, l’Estat Federal, essent totes elles plenament autònomes en els assumptes de llur competència, de mode que l’autogestió sigui la forma de realitzar la llibertat cada dia, i no tan sols la decisió momentània d’unir-se o separar-se d’altre comunitat amb l’exercici del dret inalienable d’autodeterminació.

SEDE DEL PARTIT. Pere III, 2. 12540 Vila-Real. Castelló. Tl. y Fax: 964 52 63 15

SEDE DEL PARTIT. Pere III, 2. 12540 Vila-Real. Castelló. Tl. y Fax: 964 52 63 15

Un secreto de más de 130 años.

Daniel Tercero

Ahora nos enteramos que el Gobierno de la Restauración de 1875 pactó con los últimos carlistas la rendición de éstos. Y también hemos sabido ahora, según publicó el pasado domingo un diario catalán, que los últimos líderes ‘rebeldes’ recibieron suculentas cantidades económicas por entregar las armas con las que combatían en la que se considera Tercera Guerra Carlista o Tercera Guerra Civil española del siglo XIX, entre 1872 y 1876.

Una serie de documentos que están a punto de salir a la luz –y que este pasado fin de semana se anunció su incorporación al Archivo Nacional de Cataluña (ANC)- demuestran que el Gobierno español pactó con los líderes carlistas de 1875 el fin de la guerra a cambio de preservar los grados militares, la seguridad de que no se abrirían expedientes disciplinarios a los jefes carlistas y compensaciones monetarias. Antonio Cánovas del Castillo presidía el Gobierno y el general Antonio Dorregaray estaba al frente del ejército carlista de la zona del Maestrazgo (zona centro).

La negociación, según la documentación que se hace pública ahora, se mantuvo en secreto y participó activamente un abogado llamado Josep Vilaseca i Mogas, además de los, también, catalanes Manuel Duran i Bas y Josep Mañé i Flaquer, todos designados por el Presidente Cánovas del Castillo. Ahora, los descendientes de Vilaseca i Mogas, que han continuado con la abogacía y eran poseedores de una gran cantidad de cartas y documentos de su antepasado, preparan los documentos para entregarlos al ANC, y así poder ser consultados por todos los investigadores e historiadores que lo deseen.

La historia oficial dicta que la Tercera Guerra Carlista terminó, en la zona centro, tras la victoria de Cantalavieja (Teruel) por el general Martínez Campos el 6 de julio de 1875, con 2.000 prisioneros carlistas. Sin embargo para los carlistas, de la época y de la actualidad, la derrota de Catalavieja es conocida como la “traición del Centro”. Desde las filas carlistas se tenía el convencimiento que Dorregaray y sus jefes militares habían sido protagonistas de una deslealtad, aunque no se sabía ni el cómo ni el por qué. Incluso hasta el final definitivo de la Tercera Guerra Carlista, 27 de febrero de 1876, la sombra de la traición acompañó siempre a todas las escaramuzas y enfrentamientos entre los dos ejércitos.

130 años después la historia se conoce tal y como fue. De momento. Se podría pensar que esta historia –el siglo XIX, las guerras civiles o carlistas- se está reescribiendo en estos momentos, pero lo cierto es que nunca se acabó de escribir. La verdad, si es esta que ahora acontece, es la única que puede cerrar la Historia. Por lo tanto, en este caso, la paz carlista no se está reescribiendo sino que se está contando por primera vez.

Sirva este ejemplo para comprobar cómo de manera sistemática la historia de los sucesos la escriben y relatan los vencedores o mejor parados, y la verdad suele salir siempre a flote, a la luz pública. ¿Cuántas historias nos quedarán por saber de la Historia? ¿Será esta versión la definitiva en el caso de la Tercera Guerra Carlista? La verdad dirá.

L'EXPOSICIÓ D'ART D'UN CARLISTA COMPROMÈS

El dia 30 de desembre de 2004, com estava previst, va tenir lloc a l’industriós poble de la Vall D’Uixó, al Casal Jaume I, l’exposició “Art sobre la fusta” del carlí Francesc Xavier Miralles. Els assistents, entre els que hi havia membres del Partit Carlista del País Valencià, van poder escoltar del presentador, un membre del Casal, que es tractava de l’obra d’un artesà, perfectament arrelada al medi, que forma part del patrimoni cultural (més d’una vintena de portals de pobles de La Plana).

Acompanyant a aquest art de tipus local, hi havia també varies escultures de caràcter més global, “pamfletàries”, com irònicament va comentar l’autor, però veritablement crítiques contra la injustícia en el món actual, com calia esperar d’un carlista compromès. Per aquest motiu, el conjunt de l’obra podria anomenar-se “Art Glocal”

La matèria primigènia de totes les obres és bàsicament de fusta reciclada de desfets de diversos orígens.

L’artista, després d’una breu explicació dels orígens de l’obra, va anar explicant a la concurrència el lloc de cada un dels portals, així com la intencionalitat de les escultures dedicades a temes com la pau; la injusta distribució de la renda al món; l’explotació del Tercer Món per part del països rics; o la crítica a la política liberal-capitalista dels nous amos del món.

L’obra estarà exposada al públic durant tot el més de gener, de dimecres a dissabte, de 17,00 a 21,00.