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Joventuts Carlistes del País Valencià

Història

Prologo de Josep Benet al libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina

Prologo de Josep Benet al libro “El Carlismo y las Autonomías regionales” de Evarist Olcina

El escritor y político republicano catalán, Pere Coromines, que en su juventud fue uno de los acusados en el proceso de Montjuich, en una conferencia dada en el Ateneo de Barcelona en 1.927, se lamentaba de que los estudios sobre la historia del carlismo fueran tan poco cultivados. Y hacia observar que los que hasta aquel momento se habían publicado eran por lo general de signo parcial, ya que pretendían defender, unos, la idea y actuación liberal, y oros, la carlista. Eran, por así decirlo, escritos de combate. Ante esta situación, Pere Coromines pedía que se renovaran los estudios sobre las guerras carlistas - ”cal renovar els estudis carlins", - escribía y que se entrara en una etapa de objetividad.

Pese a los años transcurridos, no puede decirse que la petición de Pere Coromines haya encontrado eco. Por desgracia, los estudios sobre el carlismo continúan tal como estaban en 1.927. Puede decirse que los pocos que los cultivan continúan haciéndolo, casi todos, desde una posición aún combativa, militante o, por lo menos, apologética.

Por otra parte, hay que constar que los estudios sobre el carlismo no han interesado aún a los jóvenes historiadores, formados en las nuevas escuelas históricas, a pesar de la extraordinaria riqueza temática del carlismo, tanto desde el punto de vista ideológico, como militar, como guerrillero o político. No podemos olvidar, por ejemplo, que en los Países Catalanes, durante el ochocientos. El carlismo y el republicanismo federal -ambos, pues, Federalistas- fueron los dos únicos movimientos auténticamente populares, como asimismo los únicos capaces de levantar masas de combatientes civiles voluntarios. Sin embargo, los estudios sobre el carlismo continúan ausentes de la Universidad. Tampoco existe un Instituto de las Guerras Carlistas, ni en el País Vasco ni en los Países Catalanes, territorios en los que debería existir, porque en ellos aquellas guerras fueron hechos importantes y auténticamente populares, sin el conocimiento de los cuales no es posible entender la historia vasca ni la catalana. Quizá ese Instituto llegará a ser realidad, alguna vez, en alguna Universidad norteamericana o británica, que descubrirá un día, la riqueza histórica de aquellos acontecimientos y lo creará por su cuenta...

Ante esta situación de los estudios sobre el carlismo, no es extraño que muchas personas, incluso entre aquellas que se interesan especialmente por la historia contemporánea o por la vida política, sigan teniendo sobre el carlismo, su actuación y su doctrina, las opiniones tendenciosas que difundieron los liberales cristinos del ochocientos, o las difundidas por los grupos que, desde la extrema derecha, instrumentaron las masas y aspiraciones populares carlistas en favor de causas ajenas al carlismo. Es natural, por tanto, que estas personas desconocedoras de la historia del carlismo, se sorprendan de ciertas declaraciones del carlismo de hoy.

Por todo ello, creo que este libro, que ha escrito el valenciano Evarist Olcina, debe ser recibido con agradecimiento por aquellos que desean conocer y comprender mejor el carlismo de ayer y de hoy.

Evarist Olcina nos ha dado un libro que, por primera vez, plantea con seriedad, y utilizando una base documental suficiente, uno de los puntos fundamentales de la doctrina carlista que más contribuyó a movilizar las masas populares en el País Vasco y en los Países Catalanes: el federalismo. Creo que es un acierto que el autor haya abierto, el primer capítulo de su obra con unas frases del escritor catalán, combatiente que fue en la tercera guerra carlista Marián Vayreda, que expresa con rotundidad su caso particular, que fue, sin embargo el de muchísimos otros carlistas. Las palabras de Marián Vayreda podrían ir perfectamente acompañadas por las de Jacint de Maciá, también referidas a la tercera guerra carlista: “Es innegable que don Carlos conoció desde el principio de la guerra que sus voluntarios, lo mismo que el país que representaban, hacían tan heroicos sacrificios no por su persona, sino por la Religión y los Fueros, que se creyó defendían.”

“... que se creyó defendían.” Con estas palabras, Jacint de Maciá introduce una de las cuestiones menos estudiadas hasta el presente en la historia del carlismo: la posición de cierto número de dirigentes del carlismo que pretendieron convertir la autentica fuerza popular que representaba el carlismo en un movimiento exclusivamente antirrevolucionario. Esta cuestión es tratada por Evarist Olcina, y, a mi entender, las paginas que dedica a estudiarla son de las más interesantes de su obra. Creo que son unas páginas que toda persona que desee comprender ciertos momentos cruciales de la historia de España de este siglo debe leer.

Seria superfluo que siguiera insistiendo en poner de manifiesto el interés que tiene esta obra de Evarist Olcina. El índice del libro es bastante expresivo, y los documentos que son transcritos suficientemente importantes, para que esta obra sea conocida por todas aquellas personas que se preocupan por el presente y el futuro hispánico. Porque si bien el libro termina en 1.936, el problema de que se trata es un problema fundamental, que continua vivo y pendiente de solución.

Barcelona, marzo de 1.973

Un secreto de más de 130 años.

Daniel Tercero

Ahora nos enteramos que el Gobierno de la Restauración de 1875 pactó con los últimos carlistas la rendición de éstos. Y también hemos sabido ahora, según publicó el pasado domingo un diario catalán, que los últimos líderes ‘rebeldes’ recibieron suculentas cantidades económicas por entregar las armas con las que combatían en la que se considera Tercera Guerra Carlista o Tercera Guerra Civil española del siglo XIX, entre 1872 y 1876.

Una serie de documentos que están a punto de salir a la luz –y que este pasado fin de semana se anunció su incorporación al Archivo Nacional de Cataluña (ANC)- demuestran que el Gobierno español pactó con los líderes carlistas de 1875 el fin de la guerra a cambio de preservar los grados militares, la seguridad de que no se abrirían expedientes disciplinarios a los jefes carlistas y compensaciones monetarias. Antonio Cánovas del Castillo presidía el Gobierno y el general Antonio Dorregaray estaba al frente del ejército carlista de la zona del Maestrazgo (zona centro).

La negociación, según la documentación que se hace pública ahora, se mantuvo en secreto y participó activamente un abogado llamado Josep Vilaseca i Mogas, además de los, también, catalanes Manuel Duran i Bas y Josep Mañé i Flaquer, todos designados por el Presidente Cánovas del Castillo. Ahora, los descendientes de Vilaseca i Mogas, que han continuado con la abogacía y eran poseedores de una gran cantidad de cartas y documentos de su antepasado, preparan los documentos para entregarlos al ANC, y así poder ser consultados por todos los investigadores e historiadores que lo deseen.

La historia oficial dicta que la Tercera Guerra Carlista terminó, en la zona centro, tras la victoria de Cantalavieja (Teruel) por el general Martínez Campos el 6 de julio de 1875, con 2.000 prisioneros carlistas. Sin embargo para los carlistas, de la época y de la actualidad, la derrota de Catalavieja es conocida como la “traición del Centro”. Desde las filas carlistas se tenía el convencimiento que Dorregaray y sus jefes militares habían sido protagonistas de una deslealtad, aunque no se sabía ni el cómo ni el por qué. Incluso hasta el final definitivo de la Tercera Guerra Carlista, 27 de febrero de 1876, la sombra de la traición acompañó siempre a todas las escaramuzas y enfrentamientos entre los dos ejércitos.

130 años después la historia se conoce tal y como fue. De momento. Se podría pensar que esta historia –el siglo XIX, las guerras civiles o carlistas- se está reescribiendo en estos momentos, pero lo cierto es que nunca se acabó de escribir. La verdad, si es esta que ahora acontece, es la única que puede cerrar la Historia. Por lo tanto, en este caso, la paz carlista no se está reescribiendo sino que se está contando por primera vez.

Sirva este ejemplo para comprobar cómo de manera sistemática la historia de los sucesos la escriben y relatan los vencedores o mejor parados, y la verdad suele salir siempre a flote, a la luz pública. ¿Cuántas historias nos quedarán por saber de la Historia? ¿Será esta versión la definitiva en el caso de la Tercera Guerra Carlista? La verdad dirá.