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Joventuts Carlistes del País Valencià

Documents històrics

En "El País". 13/10/1976

En "El País". 13/10/1976

El Frente Obrero Carlista apoya el reforzamiento de CCOO

En defensa de una central sindical única

«Sólo manteniendo los principios programáticos de CCOO, seremos capaces de construir el sindicato unitario», afirmaron ayer miembros del Frente Obrero del Partido Carlista.Esta corriente de CCOO clausuró ayer unas jornadas de estudio, que con asistencia de representantes de casi todas las regiones, venía celebrando en Madrid desde el domingo. En el documento final, elaborado tras las jornadas, defienden una central sindical única, de clase unitaria, independiente y federal.

Para llegar a esta central propugnan tres opciones. Reforzamiento de CCOO, potenciación de los movimientos de base a nivel de empresa, y fomento de la unidad de acción entre todas las organizaciones obreras.

Sobre la primera de las opciones el reforzamiento de CCOO, se mostraron partidarios de «establecer un proceso de afiliación, que abra un período constituyente hacia el congreso federal de CCOO, una vez celebrados los de las naclonalidades». Este proceso debe ser continuado por la discusión abierta de las normas del congreso federal, proponiendo que en las mismas se incluya el tema de las incompatibilidades, la representación proporcional de las corrientes existentes en CCOO y la adopción de acuerdos por mayoría cualificada.

El movimiento de base que nazca en las empresas, afirman, debe incluir a todos los trabajadores, afiliados o no a centrales sindicales, para que sea un instrumento válido de toda la clase trabajadora.

En la presentación del documento citado, hubo críticas para la corriente mayoritaria de CCOO («cuando un partido trata de instrumentalizar el sindicato, que es de todos, está rompiendo la unidad de la clase obrera») y para la minoritaria («los sindicatos de empresa no son una fórmula válida en sí mismos»). El Frente Obrero del Partido Carlista forma, junto al Movimiento Comunista, sectores del Partido Socialista Popular, militantes de la HOAC e independientes, en la llamada corriente unitaria de CCOO. Corriente que controla, según los trabajadores carlistas, del 30 al 40 por 100 de los militantes de comisiones.

Como reivindicaciones «urgentes» expusieron: amnistía laboral, pleno empleo y negativa al pacto social.

Declaración del Partido Carlista en Montejurra 1975

Declaración del Partido Carlista en Montejurra 1975

El Partido Carlista, desde este Montejurra 75, se reafirma en su línea política expuesta en anteriores ocasiones.

Este momento del Montejurra 75 también es ocasión para que el Partido Carlista exprese su adhesión a su líder y Rey Don Carlos Hugo, así como dar las gracias, con el cariño y el respeto que por él sentimos, a nuestro viejo Rey Don Javier que, como él mismo ha dicho, al abdicar en su hijo, seguirá siendo un soldado en la lucha por la libertad.

Nos ratificamos en la línea ideológica porque mantenemos las afirmaciones que en ella se hacen y porque estas afirmaciones son base de la construcción doctrinal del Carlismo. Afirmaciones de que el Socialismo será plural y de autogestión global, que la federación de los pueblos se configurará mediante un proceso revolucionario regional en todo el Estado Español, y que la Monarquía será socialista y federal. Si no, no habrá Monarquía.

El Socialismo plural y de Autogestión Global


Para que el Socialismo pueda instaurarse, es necesario que el proceso de la revolución económica y social nazca desde las mismas raíces del Pueblo y que la libertad social permita la participación de todos sobre unas bases de igualdad. De esta forma surgirá un pluralismo socialista sin clases y sin grupos dominantes.

La Revolución debe alcanzar todo los campos de la actividad de los hombres, así el desarrollo político y económico de las comunidad y los pueblos. De esta forma el pueblo, con el poder en sus manos, hará posible el Socialismo.

La socialización de los medios de producción; la planificación económica orientada desde la misma sociedad a través de los sindicatos y del pacto federal de las Repúblicas; la Revolución que ponga en pie de igualdad de condiciones el acceso a la cultura para hacer desaparecer las castas y las clases; la limitación de la propiedad personal; la unidad sindical y la pluralidad de los partidos políticos populares, constituirán la médula del Estado Socialista Federal.

El proceso revolucionario regional base del federalismo socialista

La liberación de los pueblos debe darse en las mismas condiciones y presupuestos que aplicamos para la revolución política, social y económica. Si no fuera así, caeríamos en grave contradicción.

La revolución regional está haciendo cambiar el signo que hasta ahora se le ha querido dar al regionalismo.

La revolución regional que el Carlismo exige, se tendrá que llevar a cabo mediante un proceso de autogestión, donde los hombres y los pueblos participen, día a día, con su propia responsabilidad e iniciativa, en la construcción de un federalismo socialista y libre.

El federalismo deberá ser socialista, porque de nada serviría la autonomía de los pueblos si estos quedasen sujetos a la misma tiranía y servidumbre anterior, al no eliminar las estructuras políticas y económicas capitalistas.

El Estado Federal Socialista, por tanto, rechaza la interpretación del federalismo burgués o capitalista, porque el Federalismo Socialista nace de la revolución que los pueblos están llevando a cabo, en cualquiera de sus manifestaciones, para liberarse de la opresión y dominio de los grupos oligárquicos que constituyen el actual Estado centralista y capitalista.

El principio de autodeterminación debe partir del principio revolucionario que haga desaparecer los grupos de poder o de clase que utilizan el juego del regionalismo o federalismo para seguir disponiendo del poder.

No queremos estados independientes burgueses y capitalistas, queremos estado socialistas federados en un plano de igualdad y solidaridad. La revolución y el socialismo es para todos los hombres y para todos los pueblos. La unidad de estos conceptos hará fuerte a todos los pueblos que componen el Estado Español, ante la opresión del capitalismo instalado en él.

La Monarquía Socialista y Federal

La Monarquía, tal como el Carlismo la concibe, es el instrumento al servicio de la Sociedad que puede mantener la unidad federal dentro de la enorme diversidad y pluralidad de los pueblos.

La Monarquía tiene que ser socialista y federal, porque de esta manera representará, por un lado la garantía de la continuidad revolucionaria, y por otro, actuará de arbitro equilibrador de las distintas fuerzas que libremente mantienen la federación.

Son los Pueblos los que mediante Pacto buscan ese arbitraje superior que recae en el Rey. El papel del Rey nace del pacto, pacto que se está renovando por la actividad y la participación constante de las partes. Las prerrogativas del Rey son prerrogativas pactadas y que le obligan para ser el Rey de las Republicas Socialistas Federadas.

Juan María Roma. Diario de Valencia. 1912

"Las regiones españolas (las reuniones de regiones agrupadas por lenguas, historia e intereses) tendrán verdera autonomía administrativa, económica, judicial, juridica y política, adaptada está a las necesidades del tiempo. Cada una tendrá sus Cortes, sus ministro y su Tribunal Supremo; cada una decidirá sus leyes privativas, sus contribuciones y su organizacion interna; cada una organizará su defensa, sus obras públicas y su policía, formando así in conjunto de repúblicas democráticas, presididas por una monarquía federativa y cristiana"

Palabras de Don Javier de Borbón-Parma en un acto en Arbonne (30 de mayo de 1976)

Palabras de Don Javier de Borbón-Parma en un acto en Arbonne (30 de mayo de 1976)

Hoy en la misa hemos podido a Dios por las almas de Ricardo y Aniano, ahora vamos a cumplir con el compromiso que hemos contraído con ellos, que es un compromiso político.

Desde mis 87 años puedo observar con mayor claridad el valor del compromiso político y de sus resultados eficaces en la lucha por la causa de la Libertad que es la causa del Carlismo.

Os aseguro que estoy orgulloso como vuestro viejo rey y como padre de la madurez política que ha alcanzado al Partido a través del compromiso y de la militancia.

Mi vocación política y mi fe en el Carlismo me sostienen en activo como un carlista más a vuestro lado y a las órdenes de mi hijo Carlos en el cual deposité toda mi confianza que era compartida con la vuestra, para ser el Rey.

Es muy importante mantener esta confianza no solo en las personas sino en la línea política y de actuación que tenemos trazada.

Poro hemos visto que la lucha que sostenemos por la Libertad del Pueblo y por nuestra propia unidad interna tiene un precio. Esto precio ha sido las dos vidas que ha costado Montejurra. Sangro derramada quo fertiliza porque nos emplaza para intensificar nuestros esfuerzos en la lucha por la libertad y por la democracia.

A los culpables podemos perdonar con nuestro corazón pero lo que no permitiremos es que sus actos asesinos queden impunes. Se hará justicia sin prejuzgar de las responsabilidades personales que los tribunales determinaran. No aceptaremos titubeos ni debilidad, alguna aunque esté implicado mi propio hijo Sixto.

A la tristeza do estos momentos y de estos sucesos de Montejurra debemos ofrecer la alegría que siempre caracterizó al Carlismo, sabiendo transformar su lucha en esperanza para un futuro al servicio de la Libertad.

La alegría de podar estar hoy otra voz juntos a pesar de todos los obstáculos que nos sigue imponiendo la dictadura es el mayor estímulo para la lucha.

La unidad del Carlismo ha quedado otra voz demostrada, sellada con sangre pero con al aurnonto de la ilusión cristiana para continuar con la lucha.

Declaración de D. Javier de Borbón-Parma al Congreso del Pueblo Carlista (6 de Diciembre de 1970)

Declaración de D. Javier de Borbón-Parma al Congreso del Pueblo Carlista (6 de Diciembre de 1970)

Evolución

Los cambios profundos de la sociedad y de la formación de los pueblos, debidos, fundamentalmente, al avance del progreso y de la técnica, hacen que padezcamos una fuerte crisis, tanto en el orden humano como en el económico-social, crisis más acusada por la ausencia de espíritu cristiano. Esta ausencia es consecuencia de que una determinada clase, compuesta por grupos oligárquicos, económicos e ideológicos, se haya erigido en propietaria y administradora de los valores del cristianismo casi en exclusiva, impidiendo que el paso, irremediable de una sociedad estamental y monolítica a una sociedad pluralista y de libertad, se haga por vía cristiana y no marxista.

El carlismo no puede estar ajeno a esta evolución porque, precisamente su principal característica ha sido evolucionar.

De Carlos V a Carlos VII, de Jaime III a Alfonso Carlos I y hasta estos momentos, toda la vida del carlismo, está marcada por una intensa vida política, por una intensa evolución. De las guerras civiles del siglo pasado a las luchas sociales de principios de este siglo con los sindicatos libres carlistas; de nuestra participación en el Alzamiento a mi total negativa de unirnos al fascismo, del enfrentamiento con el totalitarismo a la supervivencia dentro de un régimen de represión política y a la vuelta de un periodo activo de politización, todo fue evolución, todo fue cambio.

La permanencia del carlismo no podría explicarse sin esta constante evolución y sin una autoridad responsable que garantiza esta evolución conforme a sus principios básicos de busca de justicia social y libertad política.

El carlismo, que mantiene sus principios y sus fundamentos políticos sigue necesitando evolucionar y ponerse al día. Esta ha sido nuestra principal tarea en estos diez últimos años.

Tarea difícil, pues mientras en unos producía escándalo por creer que íbamos a un progresismo de tipo liberal, en otros, la juventud, aparecía la impaciencia porque esta evolución era lenta. Aquí estaban los riesgos. Si el carlismo quería subsistir y cumplir su misión junto con el pueblo español, tenía que correr estos riesgos. Yo asumí, como en otras ocasiones, toda la responsabilidad.

En toda su historia, en los momentos de gran desarrollo del carlismo siempre surgieron detractores, con un pretexto u otro... Cuando no era dinástico era ideológico, erigiéndose ellos por sí y ante sí en definidores de doctrinas contra el Rey o contra el Pueblo, que siempre marcharon al unísono. Estos falsos definidores consiguieron, en algunas ocasiones, presentar una imagen equívoca del carlismo. Algunos tienen la osadía de lanzar condenas rememorando formas antiguas y caducas. Son los que hubieran condenado a Carlos VII y a Jaime III en su tiempo. Su actitud es farisaica, pues se quedan solamente con cosas accesorias y circunstanciales.

Pero el llamarse carlistas y hablar en nombre del carlismo no es un derecho que se puede otorgar uno a sí mismo, sino que es un compromiso con una lealtad y una disciplina. Lealtad a mi Dinastía que lleva consigo disciplina a los representantes del carlismo. El que rompe constantemente esa disciplina es porque realmente ha roto su lealtad. Y por tanto no se puede llamar carlista.

Los que tenemos la experiencia de haber luchado constantemente en defensa de los valores cristianos sabemos muy bien a dónde conducen ciertas actitudes de intransigencia y defensa de principios erigidos en dogmas: a la mayor deserción y cobardía, con una entrega final de los altos valores a los grupos poderosos para que especulen con ellos.

Además, los valores de los que es portador y defensor el carlismo, no son suyos en exclusiva, pertenecen al pueblo. Pero para que estos valores sean permanentes y aceptables deben evolucionar constantemente, promoverlos conforme lo exijan las necesidades y los tiempos. El inmovilismo sería la muerte y eso es lo que esperaban muchos de los que se titulaban ?guardianes? de la pureza y del dogma.

No es extraño que otra vez se desprendan algunos de nuestras filas, porque les faltará la fe. Pero habrá, y la hay cada vez más, una constante incorporación del pueblo español cuando con nuestra presencia política, vea la solución ampliamente nacional que representa el carlismo, porque será la mayor posibilidad de asegurar a nuestra querida patria el orden, la prosperidad, la justicia y, con está, el bien social mayor para todos,: la paz.

El carlismo se perfila como una solución de hoy y de futuro. Para ello debemos presentar un carlismo posible. La evolución es una necesidad. Evolución nuestra y de la sociedad actual, ya que está no responde en absoluto a los principios de justicia y de libertad.

A fin de que todos sepan cuál es la línea política actual y no queden dudas, voy a exponer mi pensamiento político.


Revolución Social

En la evolución constante del carlismo, en sus diversos intentos por resolver la problemática social y política española, con un sentido de justicia y de libertad, algo hubo permanente; la constante búsqueda de un pueblo junto con su dinastía, de unas estructuras que permitieran a la sociedad resolver sus problemas por un mecanismo democrático, devolver a la sociedad su poder de autogobernarse. Es realmente revolucionar el planteamiento político actual, para que sea acorde con una concepción comunitaria de la vida pública.

La concepción carlista de la Revolución Social se opone tanto a la revolución individualista capitalista como a la colectivista comunista, fuerzas que hoy se adueñan de la sociedad mundial, quedando entre ambas una revolución latente, que es la social y que puede ser además pacífica.

Hay que reconocer, sin embargo, que cada una de estas fuerzas presentan unos valores y han recorrido experiencias interesantes. Tanto una como otra han aportado valiosos elementos políticos al mundo actual, aunque no podamos aceptar ninguna de las dos interpretaciones en su totalidad: la interpretación capitalista, porque no concebimos la defensa de la libertad individual como única base de la justicia social, y la comunista, porque no concebimos la defensa de la justicia social sin la de la libertad.

En el transcurso de la historia contemporánea hemos podido ver que el paso de una sociedad monolítica y clásica a una sociedad pluralista, en la mayoría de los casos ha sido empujado por revoluciones violentas, pero hoy nos encontramos en plena metamorfosis del cambio con el trasfondo económico de una sociedad de consumo.

La Revolución Social que propugnamos, necesaria, pretende que las estructuras de la sociedad deben de ser de representación diferenciada, tanto de las realidades ideológicas, como las laborales y regionales.

Una Revolución Social, con la invasión del campo de la cultura y de una investigación, por el pueblo. Éste seria el signo de la nueva sociedad: la promoción del pueblo en la política, en las ciencias, en la cultura, con una amplia libertad y sentido democrático de la propiedad de estos bienes.

Integración de todos en los derechos y en la igualdad de oportunidades en materia de decisión política.

Ésta es nuestra Revolución Social.


El Pacto

Si somos o nos llamamos demócratas es porque siempre hemos defendido nuestra Monarquía como popular y sostenida por el pueblo. Mediante el Pacto, renovador entre la Corona y el Pueblo, éste delegaba parte del poder en aquélla y ambos se comprometían a la defensa de las libertades sociales más sagradas. Hoy tenemos que saber dar una formula viva y actual a ese Pacto, que es conciencia democrática, conciencia viva del pueblo, expresado en las inquietudes y en los problemas de hoy. El Pacto debe estar fundamentado en estas tres grandes libertades: Libertad Política, Libertad Regional y Libertad Sindical. No se cambia nada. Se perfecciona. Se avanza en la dinámica política.

El diálogo es parte consustancial del Pacto. Sin dialogo no puede formularse pacto. Pero el dialogo no es posible con los que niegan los principios de justicia y libertad.

El carlismo dialogará con todos aquellos grupos que sean portadores de soluciones basadas en los derechos de las persona y de estos principios de justicia y libertad, para iniciar la reconquista de la sociedad, haciendo posible la promoción de todo el pueblo en esta tarea.

Mi responsabilidad es grande. He oído personalmente a la mayoría de los dirigentes del carlismo y a gran parte del pueblo carlista, en su diversidad intelectual y popular. Y hoy, en esta importante etapa de la vida nacional, he tomado la decisión de llevar al carlismo por caminos de una acción política clara y en consonancia con los tiempos , con el sentir de un pueblo que pide justicia y con el sentir, en el orden espiritual y moral, de una iglesia atenta a las realidades sociales y dispuesta a la conquista de las almas por el camino del diálogo y de la apertura.

He aquí la primera parte del Pacto. Ahora vemos al Pacto Social y político con el pueblo español a través de aquellos grupos que persiguen estos mismo fines.


El Poder

Nuestra meta es el poder político. Parecería simpleza el repetirlo si no fuera porque algunos pretenden decir que el carlismo tiene otras finalidades distintas. Lo repetimos, pues, porque siempre fue el poder político por el que luchó el carlismo.

Mis antecesores, los Reyes carlistas no conquistaron ese objetivo porque perdieron las guerras que el pueblo hizo para ello. Pero su objetivo no era otro. Hoy sigue siendo nuestra meta.

Pero no se trata de conquistar el poder por el poder, sino de crear las estructuras nuevas de libertad que permitan devolver a la sociedad su poder de autogobernarse.

Vemos también que estos caminos no se recorren armónicamente sin un gran entusiasmo popular por una parte y sin una gran autoridad moral con un liderazgo político dinámico, por otra.

Muchas resistencias se tendrán que vencer, muchos intereses creados, muchas incomprensiones, mucho miedo.


La Libertad

Defendemos la libertad porque el hombre es portador de ella. La libertad es atributo del hombre y su derecho más sagrado. Pero esta libertad no debe quedar solamente plasmada en una teoría del derecho, como muchos pretenden. Debe ser real y efectiva. Pragmática, con todas sus consecuencias. Los políticos tenemos la responsabilidad de abrir los cauces naturales por donde debe discurrir.

El miedo a la libertad es el dique que frena momentáneamente esta promoción, pero terminará, si antes no se abren los cauces, desbordando y arrollando el sistema que engendra este miedo. Por eso rechazamos las soluciones políticas de ?primero el orden publico?, porque mantienen la violencia de la represión como único remedio a la violencia de la injusticia. Sostienen situaciones inadmisibles, tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista de la prudencia política. Mantienen así una guerra civil latente, justificación de un Estado cuya principal función es la represión. No existe antítesis más profunda de una concepción cristiana de la vida que la de un Estado totalitario o de fuerza, sea de signo comunista (en el que el hombre es propiedad del partido), sea de signo fascista(en que es propiedad del Estado), sea de signo capitalista (en que es propiedad de los grupos de presión económicos-políticos). Estas tres fórmulas reducen realmente a la inmensa mayoría de los ciudadanos a ser meros individuos, sin participación ni responsabilidad. Es decir, sin libertad, sin patrimonio social. El carlismo proclamó siempre la libertad política. La proclamó y la defendió para que fuese autentica y dentro del exponente que el hombre marcaba según el fundamento de sus derechos. Hoy la libertad política, que es la que más escandaliza a algunos, aparece como más consustancial que nunca con el hombre y con los pueblos.


Estructuras de libertad

Como en otras ocasiones lo he hecho y lo han hecho la Junta Suprema y las demás autoridades del carlismo, volvemos a exponer los cauces de la libertad para poder llevar a cabo la estructuración de la sociedad.

Si la iniciativa de promover los cambios de estructuras políticas con la formación y participación del pueblo, está reservada principalmente al partido político; y el de llevar las responsabilidades de las decisiones económicas, al mecanismo sindical; la responsabilidad en el campo de interpretación y aplicación de las leyes en la sociedad recae principalmente en el municipio y sobre la región. Como consecuencia establecemos las siguientes bases:

1ª. Pleno reconocimiento y respeto a la personalidad de los diversos pueblos que forman la nación española. Su libertad será la vía de promoción tanto de aquellos que tienen ya una personalidad acusada, como de los que siguen sometidos a la presión de un silencio impuesto y desplazado de la vida pública. Proponemos la federación de los pueblos en una unidad de Republicas Sociales, presididas por la Corona.

Los Reyes de mi Dinastía no concedían fueros o libertades: los reconocían. Cuando los reyes carlistas juraban los fueros no era meramente una promesa de no interferir en los asuntos internos de los pueblos. Se comprometía el Rey, como poder político, a ser el defensor del fuero, contra cualquiera y en primer lugar contra la misma administración central. Carlos VII se definía, a si mismo, como el Rey de las Repúblicas Españolas, es decir, como el que daba garantía de libertad y de autonomía a las estructuras regionales del país.

2ª. El mundo del trabajo debe tener libres sus cauces de representación para que a través de ellos, todos puedan participar en todas las decisiones socio-económicas. Es la libertad sindical la que abrirá estos cauces, estableciendo su propia constitución y fuero evitando la interferencia del poder y de los grupos oligárquicos.

3ª. La libertad política, como derecho inalienable de la persona, debe tener su cauce de representación, abriendo también un campo de actuación a las ideologías debidamente organizadas, evitando que quede en una fórmula teórica que sólo sirva para frenar el ansia y el derecho de los españoles.

En el mundo de las ideologías es donde el hombre se mueve con más impaciencia y personalidad. Negar esta realidad sería atentar contra un derecho natural del hombre. Las reglas que marquen el ordenamiento para el quehacer político deben ser la base de una constitución orgánica que dé cabida a los grupos ideológicos o partidos políticos, con la misión de formar, promover y encauzar la intervención del pueblo en las tareas políticas.

Así podemos concebir un triple sistema de fueros o libertades: los fueros de las regiones, los fueros de los sindicatos y los fueros de los partidos políticos.

Un triple sistema de república que corresponde a las tres principales facetas de la vida del hombre: la de su convivencia dentro de un marco territorial o regional, la profesional o sindical y la ideológica o de partidos políticos.

Tres campos de responsabilidad: el de la administración del poder político, el de las decisiones socio-económicas y el de la promoción política.

Esta triple representación, esta triple democracia, esta triple responsabilidad es lo que considero como lo más importante de nuestra aportación a una construcción doctrinal y encontrarán su coordinación y equilibrio en las Cámaras.

Sobre estos tres grandes ejes el carlismo dará al pueblo español un proyecto político, posible y aceptable, para que, con el ejercicio de la plena libertad, polarice adhesiones y se construya, con una gran corriente de la opinión nacional, la solución que conduzca a la Revolución Social pacífica. Solamente está frenará al capitalismo egoísta y explotador, por un lado, y neutralizará la acción filosófica de un marxismo materialista arrollador que no encuentra hoy barreras.

A fin de formular una doctrina actual y profundamente estudiada sobre esta temática esencial, deseo que se trabaje en el carlismo. Esta labor intelectual no está reñida con la marcha hacia el poder político, sino que va vinculada a ella.

El formular una doctrina política nueva no se puede hacer sin la colaboración de muchos hombres que no pertenecen hoy a nuestro partido. De este estudio comunitario surge una enriquecedora vinculación entre tendencias políticas y la posibilidad de una doctrina de alcance general.


La Monarquía

Para realizar y llevar a cabo estas estructuras de la sociedad, es necesario que definamos el carácter de nuestra Monarquía, la forma de gobierno que proponemos.

Monarquía Socia, democrática y abierta a la evolución que nazca del Pacto Social entre la Corona y el Pueblo.

Aquí la Monarquía es una sola concepción, un solo cuerpo: Rey-Pueblo. El pueblo está eligiendo continuamente a su representante en el ejercicio democrático de su libertad. El pueblo es elector, no mediante un sufragio universal ficticio, sino en un sufragio a través de los pactos que se formulan en los estados republicanos de los países, sindicatos y partidos políticos.

Rechazamos fórmulas de imposición y de teocracia que simulan una legitimidad. La legitimidad de ejercicio se adquiere con el pacto, y el pacto se formula de mutuo acuerdo, sin coacciones ni imposiciones. La legitimidad de la sangre se tiene y se convalida con el ejercicio democrático.

Si en este proceso la Monarquía se consolida, y tiene la adhesión del Pueblo, es porque es válida.

Ésta es la razón de la Monarquía. Con esta definición, para algunos puede parecer menoscabado su concepto, cuando, en realidad, es lo contrario. Fue cuando la Monarquía se opuso al progreso de los pueblos cuando perdió su razón de ser.


Éste es el Carlismo

Os digo que éste es el carlismo, el carlismo que presido y dirijo, unido con el pueblo español que no sigue y participa de esta doctrina. No hay otro carlismo. Éste es el carlismo de ayer, renovado hoy y dispuesto a proyectarse al futuro con la evolución de los tiempos.

Ésta es la doctrina promulgada por mí, y formulada hoy, obra de una colectividad organizada en partido, susceptible de evolución, corrección y perfección. Abierta al dialogo y a las aportaciones del ejercicio político de un pueblo.

Cargo con esta responsabilidad, como vuestro Rey Legítimo que soy y como cabeza de un partido político que va a la conquista del poder político, con el pueblo y para el pueblo español, con el fin de que esté pueda alcanzar y ejercitar su libertad. El Rey en el carlismo tiene hoy un necesario papel de liderazgo político de un partido que pretende ser un partido-líder en la vida pública.

Para esta acción de organizar el carlismo y conducirlo al poder, tiene hoy toda mi autoridad y responsabilidad el príncipe, mi hijo y heredero. Yo le asisto plenamente, pues no por ello abdico mis graves deberes ni dejo el puesto sumamente difícil que llevo, mientras Dios me dé salud y fuerza. Mi hijo, todos lo sabéis, es el modelo de lo que debe ser hoy u príncipe moderno y cristiano. Se le ataca porque es incomodo. Pero recordad, para que no quepa la menor duda, que el que le ataca a él, me ataca directamente a mí, y por tanto al carlismo.

Así, desde la cumbre de mis muchos años, cuando he visto desmoronarse tantas cosas en Europa y en el mundo, mi fe está intacta, mi confianza y amor al gran pueblo que sigue con admirable lealtad nuestras banderas, son ilimitados. Doy gracias a Dios por su ayuda en tantas dificultades y peligros y espero con seguridad y confianza el porvenir de la Causa que siempre serví, que es la de la noble nación española.

Vuestro viejo Rey

Francisco Javier

Valcarlos, 6 de diciembre de 1970
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